domingo, 2 de agosto de 2009

El reacomodo de las élites centroamericanas

Por Andrés Mora Ramírez

Este fenómeno de reacomodo histórico de las élites experimenta hoy una fase de “ajuste”, en la cual la derecha centroamericana intenta crear nuevas condiciones de “estabilidad neoliberal” y control social, luego de un período en que el campo popular conquistó –a partir del año 2001- importantes espacios de poder político formal y no formal (desde los movimientos de resistencia contra el Plan Puebla Panamá o contra el TLC con EE.UU, hasta la reciente victoria del FMLN en las elecciones de El Salvador).

Hacia el final de la primera década del siglo XXI, Centroamérica muestra dos imágenes contradictorias, conflictivas y mutuamente excluyentes que, sin embargo, conviven en un mismo espacio geográfico. Una de estas imágenes nos muestra la cada vez mayor integración económica de los grupos empresariales y financieros, en el contexto de casi diez años de estabilidad macroeconómica -orgullo del neoliberalismo-, hasta el estallido de la reciente crisis financiera.

La otra imagen, en cambio, es la de la persistencia y profundización de factores de rancio carácter histórico, que se manifiestan en los distintos escenarios sociopolíticos que hoy caracterizan
el lado oscuro de la región: violencia social y criminalidad creciente, desigualdad y exclusión económica, y democracias debilitadas y “vigiladas”, en sociedades donde predominan, aún, fuertes rasgos de autoritarismo.

Se trata de un proceso que, al hacer parte de la lógica de la globalización neoliberal, reproduce en nuestros países fenómenos que observamos a escala planetaria: la concentración de los beneficios del éxito económico en pocas manos, y más precisamente, en las de aquellos grupos que viven en “islas” primermundistas, en medio de la decadencia y la pobreza que se extiende a casi la mitad de la población centroamericana (un 46,5% para 2006, según el
Informe Estado de la Región 2008).

Este cúmulo de circunstancias y procesos de descomposición social le restan méritos a los avances relativos alcanzados en las últimas décadas, en distintos órdenes del desarrollo humano.

Además, desde nuestra perspectiva, este estado de situación lleva implícito el riesgo de que, a largo plazo, la posibilidad de construir proyectos políticos nacionales y centroamericanos se diluya en el juego de fuerzas e intereses de la geopolítica internacional, con claro protagonismo estadounidense.

En el actual momento, con un nuevo tipo de golpe de Estado en curso en Honduras, por el que asoman fantasmas del pasado, resulta evidente que Centroamérica se ha convertido en el teatro de operaciones de las intensas batallas ideológicas, políticas, sociales y culturales que libran los bloques Norte y Sur de América: algunas, veladas y encubiertas; y otras, abiertas y declaradas en medio de la ebullición y la movilización de los pueblos en defensa de sus legítimas aspiraciones de cambio.

¿Por qué Centroamérica? Una posible explicación es la que ofrece Ángel Rodríguez Luna, investigador de la Universidad del Mar (Oaxaca, México), quien explica que la expansión estadounidense en la región, a partir de la década de 1990, se vio favorecida
“porque durante esos años ascendieron al poder político élites empresariales con intereses económico-regionales, más que nacionales, y vinculadas a élites militares y a corporaciones transnacionales (…) lo cual es una de las modalidades de la geopolítica de ese país”[1].

Es decir, experimentamos
un reacomodo histórico de las elites centroamericanas en función de los grandes ejes de la geopolítica y los intereses económicos de los EE.UU. En alguna ocasión nos hemos referido a esto, retomando la idea del sociólogo guatemalteco Edelberto Torres Rivas sobre el maridaje entre nuestra burguesía nativa y la burguesía metropolitana[2], que progresivamente ha profundizado la condición dependiente y neocolonial de nuestras sociedades.

Son élites progolpistas como las que actúan hoy en Honduras, o las que promueven, en otros países, “soluciones de diálogo” que, de aceptarse, dejarían maniatadas las posibilidades de transformación social en nuestras democracias, porque en adelante serán los poderes militar y económico, y no los ciudadanos, quienes determinen el rumbo y los límites de los procesos sociales y políticos en la región.

Este fenómeno de reacomodo experimenta hoy una fase de “ajuste”, en la cual la derecha centroamericana intenta crear nuevas condiciones de “estabilidad neoliberal” y control social, luego de un período en que el campo popular conquistó –a partir del año 2001- importantes espacios de poder político formal y no formal (desde los movimientos de resistencia contra el Plan Puebla Panamá o contra el TLC con EE.UU, hasta la reciente victoria del FMLN en las elecciones de El Salvador).

¿Dónde observamos con más precisión este “ajuste”? Resulta ilustrador el caso del presidente panameño Ricardo Martinelli: un magnate de los negocios, egresado de la cuna del neoliberalismo centroamericano (el INCAE Bussines School, en Costa Rica), que ha ganado simpatía entre los poderosos al proclamar –en sus discursos- que está dispuesto a hacer todo lo que sea preciso para
“cambiar a Latinoamérica (…) desafiando el péndulo ideológico” (La Nación, 23-05-209 y 02-07-2009) que hoy favorece a la centroizquierda y lo nacional-popular.

Igualmente, la reciente reunión del Mecanismo de Diálogo y Concertación de Tuxtla, celebrada en Liberia la semana anterior, ratificó este reacomodo de las élites centroamericanas y, ahora también, mesoamericanas: los gobiernos de Felipe Calderón (México), Oscar Arias (Costa Rica), el propio Martinelli y Álvaro Uribe (Colombia), impulsaron una vez más el Proyecto Mesoamérica y la Iniciativa Mérida, componentes vitales de la geopolítica estadounidense en la región (ver:
Honduras: (en)clave de la geopolítica en Mesoamérica., 25-07-2009). En cambio, los presidentes Álvaro Colom (Guatemala) y Mauricio Funes (El Salvador), ante la ausencia de Manuel Zelaya (Honduras) y la autoexclusión de Daniel Ortega (Nicaragua), tuvieron un margen de acción muy limitado en este espacio de deliberación.

Cualquier informe serio lo reconoce así: Centroamérica requiere profundas transformaciones sociales y económicas, que no necesariamente están vinculadas a la lógica neoliberal, sino más bien a la ruta del desarrollo humano sostenible y responsable con el mundo natural. No obstante, para emprenderlas se requiere un monumental trabajo político y cultural que, inevitablemente, implica subvertir las injusticias y los privilegios sobre los que, a lo largo de la historia, se han asentado los grupos de poder, nuestras
inefables élites.

¿Lo permitirán esos
reacomodados, que ahora se creen los “nuevos dueños” de Centroamérica?

Los pueblos tienen la palabra.

NOTAS:

[1] Rodríguez Luna, Ángel (2008). “Seguridad nacional y geopolítica en América del Norte y Centroamérica”. En Revista Enfoques, 8, vol. VI, Santiago de Chile: Universidad Central de Chile.

[2] Torres Rivas, Edelberto (1989). La crisis del poder en Centroamérica. San José: EDUCA.


- Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
http://connuestraamerica.blogspot.com/2009/08/el-reacomodo-de-las-elites.html

Fuente: www.alainet.org/active/32109

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¿Por qué el golpe en Honduras no triunfará?

Por Robert E. White

Honduras ha sufrido un golpe de estado a manos de los dirigentes de su congreso y los comandantes de sus fuerzas armadas. Siempre y cuando Estados Unidos se mantenga firme en su posición junto a sus socios en América Latina, esta revuelta contra el orden constitucional fracasará con toda certeza.

No reinstalar al Presidente Manuel Zelaya en el poder en Honduras amenazaría con resucitar en Centroamérica esa época obscura en que los derechos de libre expresión y de libre reunión fueron cercenados y los gobiernos civiles funcionaban sólo dentro de los límites impuestos por los jefes militares.

Honduras es notoria por su desigualdad económica. Los acaudalados llevan las riendas del poder y literalmente están por encima de la ley.

Muy pocos miembros de las élites militares y económicas del país han sido llevados ante la justicia por destruir el ambiente, robar tierras y recursos a los pobres, aprovechar al estado para su enriquecimiento personal o silenciar a los periodistas que tratan de exponer sus crímenes.

En cumplimiento de su promesa de campaña, el Presidente Zelaya impulsó de inmediato leyes de extrema importancia destinadas a proteger los bosques de Honduras de la poderosa industria maderera, que había disfrutado la protección de gobiernos anteriores.

Para obtener ayuda con el resto de su moderado programa de reformas, Zelaya consultó al embajador de Estados Unidos y buscó la asistencia de fuentes tradicionales de Washington como la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID) y el Banco Interamericano de Desarrollo. Su cooperación con el presidente venezolano Hugo Chávez no comenzó hasta más tarde.

Antes de la elección de Zelaya, yo había ayudado a fundar una organización no gubernamental llamada Democracia sin Fronteras, dedicada a obtener del gobierno una mejor rendición de cuentas y a aumentar su sensibilidad al 60% de hondureños que viven en pobreza extrema.

Décadas antes me había desempeñado como jefe de la sección política de nuestra embajada en Tegucigalpa. Cuando Zelaya llegó a la presidencia, me reunía a menudo con él y sus principales asesores. Aunque se discutían asuntos de política exterior—y a veces se les debatía acaloradamente—nunca se hizo mención alguna de Venezuela ni del Presidente Chávez.

De las muchas crisis que la administración de Zelaya tuvo que enfrentar, fue el alza desmedida en el precio del petróleo la que llevó a la economía hondureña al borde del desastre.

Cada semana las líneas de autobuses y compañías de camiones de carga exigían que se actuara, convocaban a paros laborales y emplazaban a huelgas.

El Presidente Zelaya decidió que tenía que actuar. Asumió temporalmente el control de las terminales de almacenamiento, de propiedad extranjera, como parte de una política para detener la especulación y bajar los precios de la gasolina.

Esta iniciativa le ganó a Zelaya un amplio apoyo popular, pero le atrajo la ira colectiva de las compañías petroleras internacionales.

Mientras se desenvolvía este drama, un miembro del gabinete, preocupado, me preguntó cómo debería manejar el Presidente Zelaya una oferta inesperada del Presidente Hugo Chávez de abastecer petróleo a Honduras a precios subsidiados.

Tras enterarme de todos los detalles, aconsejé al ministro que discutiera la iniciativa venezolana con el embajador de Estados Unidos. Debía explicarle que el gobierno de Zelaya tenía que actuar por el mejor interés de Honduras, y preguntarle qué podía hacer Washington para ayudar a su gobierno a asegurar un abastecimiento confiable de petróleo a precios razonables.

Por desgracia, la administración Bush no dio nada a Zelaya, de no ser aseveraciones de que el curso correcto era confiar en los beneficios a largo plazo del capitalismo de mercados libres.

La crisis en Honduras debiera recordar a la administración Obama que ha heredado una política inadecuada hacia Centroamérica.

Mientras el Presidente Chávez suministra petróleo barato a aliados regionales favorecidos, Estados Unidos suministra fondos para la guerra antidrogas, y ayuda militar. Es comprensible que los dirigentes civiles vean con escepticismo una guerra contra las drogas que parece haber sólo incrementado la corrupción y la violencia en sus países. A los presidentes electos también les preocupa que el programa antinarcóticos de Washington otorgue a los militares de América Central licencia para intervenir en los asuntos internos de sus naciones, un papel expresamente prohibido por las mismas constituciones de todos los países de la región.

Los recientes acontecimientos en Honduras confirman que sus temores están bien fundamentados.

Los funcionarios civiles y militares que pusieron en marcha este golpe cometieron un acto colectivo de suicidio político. Han demostrado su ineptitud para ocupar cargos públicos en un gobierno constitucional. El futuro de la democracia en Honduras será más brillante una vez que se hayan ido.

Robert E. White, ex embajador de Estados Unidos en El Salvador y Paraguay, es presidente del Center for International Policy (Centro para la Política Internacional).

Fuente: www.horacero.com.pa

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La violencia aumenta en Honduras

Redacción / Tegucigalpa
Honduras vive sus horas más críticas desde el golpe de Estado del pasado 28 de junio. Ayer, murió un profesor por herida de bala y más de 40 personas fueron detenidas en los choques entre la Policía hondureña y los seguidores del depuesto presidente, Manuel Zelaya. El Centro Carter teme un aumento de la violencia en el país.

El maestro hondureño herido de bala en la cabeza el jueves durante unos enfrentamientos con la Policía en un acto de protesta en favor del presidente depuesto de este país, Manuel Zelaya, murió ayer como consecuencia de las lesiones, informaron la familia y el sindicato de docentes.
A las ocho y media de la mañana, hora española, Roger Abraham Vallejo “dejó de respirar”, según dijo a Efe el dirigente del sindicato de magisterio, Sergio Rivera. Vallejo, que entró en coma el jueves tras ser operado después de los disturbios registrados en una carretera de acceso a la capital hondureña desde el norte, es el cuarto seguidor de Zelaya fallecido por incidentes con las fuerzas de seguridad desde la expulsión de éste del país por el Ejército, el pasado 28 de junio.
Además, cuarenta personas fueron detenidas al dispersar ayer la Policía y el Ejército de Honduras a unos doscientos seguidores de Zelaya que bloqueaban una carretera en el oeste del país, informaron fuentes oficiales. “Hubo un desalojo en horas de la mañana” en las cercanías de la localidad de Santa Rosa de Copán, unos doscientos kilómetros al oeste de Tegucigalpa, cerca de la frontera con Guatemala, explicó el portavoz de la Policía, Orlin Cerrato. Según Cerrato, el bloqueo se había instalado a primera hora en un desvío hacia Gracias, en el occidental departamento de Lempira, y en él participaban unas doscientas personas, de las que cuarenta fueron detenidas.


Ante esta situación la Policía de Honduras anunció, ayer, la designación de dos equipos negociadores con los seguidores de Zelaya que exigen su restitución, pero advirtió que cualquier acción violenta será disuelta. El comisionado de Policía, Danilo Orellana, dijo a los periodistas que las fuerzas del orden “tienen un papel que cumplir” y que quienes apoyan a Zelaya “pueden manifestarse en orden y sin impedir la circulación de las personas”.


violencia generalizada. El depuesto presidente de Honduras pronosticó en Managua una “violencia generalizada” en su país si no se revierte el golpe de Estado que lo sacó del poder el 28 de junio pasado. “El golpe debe revertirse sin condiciones o, en caso contrario, vendrá una violencia generalizada”, aseguró Zelaya en una entrevista con el canal 4 de la televisión local, afín al Gobierno del presidente nicaragüense, Daniel Ortega. Agregó que ese posible escenario de violencia desprestigiaría el estado de derecho y el estado democrático en el mundo.


El Centro Carter manifestó también ayer su “profunda preocupación” ante un aumento de la violencia en Honduras debido a la crisis institucional en ese país y señaló que el Acuerdo de San José es el mejor camino para resolverla. “Instamos a ambas partes a trabajar de buena fe para alcanzar una solución conforme a su planteamiento”, señaló en un comunicado el Centro Carter, una organización no gubernamental, sin fines de lucro, fundada en 1982 por el ex presidente de Estados Unidos Jimmy Carter para promover la paz.


toque de queda. Mientras tanto, el nuevo Gobierno de Honduras levantó en la mayor parte del país el toque de queda de varias horas que mantenía prácticamente ininterrumpido desde el golpe de Estado del 28 de junio. “Se ha resuelto establecer el toque de queda en todo el borde del departamento de El Paraíso” y en otros cinco puntos de la frontera con Nicaragua; “para el resto del territorio nacional queda suspendido el toque de queda”, indicó el Ejecutivo en un comunicado de prensa emitido en cadena nacional.

Fuente: www.diariojaen.es

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Honduras- Impunidad: se imponen los intereses ajenos

Por Frida Modak

Se cumplió un mes del golpe de estado en Honduras y, como en toda dictadura, se mantiene el Estado de Sitio, las garantías individuales existen en el papel y los poderes Legislativo y Judicial son un apéndice del régimen de facto. Los hondureños, así como la casi totalidad de los pueblos latinoamericanos, han vivido esa realidad antes y la rechazan.

La comunidad internacional también rechazó el golpe del 28 de junio y adoptó acuerdos claros de condena a los golpistas, demandando la restitución en su cargo del presidente constitucional Manuel Zelaya. Pero las cosas ya no son tan claras ni categóricas y los motivos son ajenos a los intereses del pueblo hondureño y de los latinoamericanos en general. De la misma manera, las justificaciones que dan los golpistas no son verdaderas porque el golpe sirve a los intereses del grupo de poder encabezado por el ex vicepresidente estadunidense Dick Cheney, cuyos operadores hace tiempo que pululan por la región y buscan infiltrarse en los gobiernos.

El grupo de Cheney, del que son parte también los Bush, se interesa fundamentalmente en el petróleo, por eso invadieron Irak y Afganistán, arremeten contra Irán, intentaron derrocar al presidente Hugo Chávez, han tratado de hacer lo mismo con Evo Morales, atacan al mandatario ecuatoriano Rafael Correa y ansían al petróleo cubano de la zona del golfo de México.

Honduras tiene mucho petróleo, tal como lo dijo Gerardo Yong el 19 de julio. Las prospecciones las hizo una compañía noruega hace un año atrás, convocada por el presidente Zelaya quien, como ya hemos señalado, enjuició por tramposas a las empresas petroleras estadunidenses que le vendían caro el petróleo a su país y se incorporó al grupo Petrocaribe, creado por Venezuela.

La compañía noruega hizo las prospecciones y las financió, le entregó el informe al gobierno de Zelaya y se quedó con una copia que puede negociar con empresas que estén interesadas en la información sobre esos yacimientos. Pero además, y eso se sabía, si se aprobaba la consulta destinada a determinar si se instalaba en las elecciones de noviembre la cuarta urna en la que se votaría sí o no a la convocatoria a una Asamblea Constituyente, Zelaya estimaba que en la eventual nueva constitución se debía establecer que los recursos naturales del país no podían ser enajenados.

En consecuencia, el pretexto para el golpe de Estado fue la encuesta sobre la cuarta urna, pero el objetivo fue evitar que se pudiera dictar una constitución que impidiera apoderarse del petróleo hondureño. En esa conspiración estuvieron Otto Reich y su “fundación” Arcadia, entre otros, y no fue ajeno el embajador estadunidense en Honduras, Hugo Llorens, puesto ahí por el gobierno de Bush y Cheney. Pero también estaban en el complot los dueños de los medios, porque se estimaba que la nueva constitución debía hacer una distribución igualitaria del espectro radio-eléctrico y darle participación a los grupos comunitarios. De ahí la desinformación que sale hoy de Tegucigalpa.

Las mediaciones

En la reunión de la Asamblea General de la OEA, celebrada en San Pero Sula, Honduras, se vio que a la secretaria de Estado estadunidense no le había gustado la intervención del presidente Zelaya a favor de revocar la expulsión de Cuba de ese organismo. Dado el escaso conocimiento que la señora Clinton tiene sobre América Latina y estando rodeada de funcionarios del “establishment” y de otros más peligrosos, como John Negroponte, su reacción al golpe hondureño fue superficial, así como fueron vaguedades los comentarios iniciales que hizo al respecto el presidente Obama.

Cuando toda América Latina y el Caribe, la Asamblea General de las Naciones Unidas y la Unión Europea ya habían condenado categóricamente el golpe y demandaban la restitución de Zelaya, Estados Unidos modificó su discurso y el departamento de Estado propuso la mediación del presidente de Costa Rica Oscar Arias, en circunstancias de que lo que se necesitaba era hacer cumplir los acuerdos de las máximas entidades internacionales.

Arias, que no fue “el” pacificador de América Central, porque fueron muchos, y que recibió un premio Nobel de la Paz destinado originalmente a Costa Rica por ser un país sin ejército, aceptó la mediación y entregó una propuesta que fue rechazada por los golpistas porque planteaba la restitución de Zelaya en la presidencia. Entonces elaboró otra fórmula, que satisface mejor los intereses estadunidenses, en la medida en que convierte a Zelaya en una figura decorativa y anticipa las elecciones de noviembre, con lo que se hace un borrón y cuenta nueva y el golpe de Estado desaparece por arte de magia.

Esta segunda propuesta tropieza con el mismo obstáculo, el régimen de facto ni siquiera así aceptó la restitución de Zelaya en el cargo de presidente y dio comienzo a una farsa mediante la cual “consultaron” a los otros poderes. El Legislativo se reunió y trató varios puntos de la propuesta, menos el relativo a la restitución del presidente. El poder judicial tampoco iba a aceptar ese punto, sobre todo que el presidente de la Corte Suprema ya ha reconocido que él también podría ocupar la presidencia de acuerdo a la “constitución” y justifica el golpe como “un caso de necesidad”.

En ese contexto el Secretario General de la OEA buscó otros mediadores: los ex presidentes Ricardo Lagos, de Chile, y Julio María Sanguinetti, de Uruguay, a los que se sumaría el peruano Rafael Pérez de Cuellar, ex Secretario General de la ONU. Al escribir estas líneas aún no se formalizaba la idea, pero otro equipo mediador implica darle más tiempo al régimen de facto y con ello se puede terminar avalando la jugarreta de llegar a las elecciones de noviembre o anticiparlas y dejar el golpe de Estado en el limbo.

Los golpistas

Como ha sido visible, los golpistas viven en un pasado muy pasado. Cuando se reunieron en el congreso para “sustituir constitucionalmente” a Zelaya, la sesión parecía la de alguna cofradía de siglos atrás, con todo un ceremonial que ya no se usa en ninguna parte. Sus cancilleres dan una idea del segmento social al que representan. Ortez, el primero de ellos, los retrató a todos cuando dijo de Barack Obama: “ese negrito no sabe donde está Tegucigalpa”. Lo cambiaron de lugar, le dieron Gobernación y cuando habló del Secretario General de la ONU señaló “ese chinito que no me acuerdo como se llama”.

Ortez ya está en su casa, pero por imprudente, no porque sus palabras no representen el pensamiento de la soberbia oligarquía hondureña que se tomó el poder, entre los cuales hay muchos con apariencia de “negritos” y “chinitos” que no se ven a sí mismos como tales, pero sí al pueblo al que menosprecian. Por lo tanto, el desafío que representa la reacción popular al golpe les resulta intolerable.

El equipo golpista lo encabeza Roberto Micheletti, un transportista que hizo fortuna. Nunca logró que su partido, el Liberal, lo nominara candidato a la presidencia, perdió en todas las oportunidades en que lo intentó y tiene fama de hombre rudo. En la Fiscalía de Defensa de los Derechos de la Mujer hay tres denuncias en su contra, ninguna de las cuales ha sido activada por esa Fiscalía.

Uno de los incidentes se produjo en la reunión de su partido en la que se designó al candidato presidencial para los comicios de noviembre. Micheletti no sólo perdió, sino que fue abucheado por los asistentes. Como premio de consuelo le dieron la presidencia del congreso y cuando se iba a subir al estrado partidario una joven del grupo de protocolo, llamada Suyapa, igual que la Virgen de Suyapa, le pidió que esperara un momento porque no habían terminado de poner las sillas. Micheletti, enojado por el abucheo de que era objeto, le propinó un golpe y le rompió la boca.

Un mes de protesta popular

Desde el momento en que los hondureños se enteraron del golpe de Estado, hay que recordar que los medios fueron censurados, las protestas han sido permanentes. Han estado en la calle todos los días y no están dispuestos a ceder. La prensa estadunidense lo reconoció y realizó encuestas rápidas a los manifestantes y estos les señalaron que Zelaya era el primer presidente que se había preocupado por ellos y al que ellos le podían hablar sin temor sobre sus problemas y aspiraciones, lo publicó el Washington Post.

En Honduras, que tiene un poco más de 7 millones de habitantes, la mayoría es pobre, pero hay alrededor de un millón y medio que son absolutamente pobres. De ellos se empezó a ocupar el gobierno de Zelaya a través del programa Red Solidaria, del que se hizo cargo la esposa del mandatario. Para determinar el grado de pobreza, tuvieron que hacer una medición basada en averiguar si comían, si la respuesta era afirmativa, preguntar qué y cuántas veces al día.

También hubo que establecer dónde y cómo vivían, si era en casas y si esas casas tenían puertas o ventanas o servicios, porque no tenían trabajo ni ingreso fijo. Ya se habían incorporado al programa 200 mil familias, las que desde el día del golpe no reciben ayuda alguna. Incluso es posible que algunos no sepan lo que ha ocurrido, otros lo sabrán debido a la represión.

Sin embargo, a pesar del Estado de Sitio y el toque de queda, aumenta cada día el número de los que han llegado hasta El Ocotal, en Nicaragua, a sumarse al campamento de quienes apoyan al presidente Zelaya, que se encuentra ahí, después de haber ingresado a territorio hondureño. El mandatario solicitó a las Naciones Unidas que le diera el estatus de refugiados y la ayuda correspondiente a quienes están allí acompañándolo, porque si regresan a Honduras, están amenazados con una condena a 6 años de prisión por “traición a la patria”, la que por lo visto sólo le pertenece a los golpistas.

En el curso de la semana, estaban convocadas huelgas y muchas otras manifestaciones de protesta; la pregunta es hasta qué punto pueden seguir siendo ignoradas y reprimidas en defensa de intereses ajenos y de un gobierno ilegítimo. Más aún cuando esta manipulación apunta también a toda la América Latina y a las instituciones que ha creado: Unasur, MERCOSUR, ALBA, Petrocaribe, Banco del Sur, Grupo de Río y cualquier otra que se me escape, en la medida en que priorizan los intereses de la región.

- Frida Modak, periodista, fue Secretaria de Prensa del Presidente Salvador Allende.

Fuente: alainet.org

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