miércoles, 6 de octubre de 2010

El vía crucis de Pepe y la Constituyente

Efrén Falcón

“El dinero sólo se sirve a sí mismo, y los que le siguen ciegamente, son sus más conspicuos esclavos”. Indalecio
Tuna Trauber

¿Constituyente?
De pronto, el tema de la “constituyente” se ha colado, tomando diferentes matices, en todos los medios de comunicación locales, tanto en los conservadores [perpetradores del cerco mediático], como en los escasos medios que de alguna manera representan una alternativa.

Es muy claro, el publicitado llamado del presidente Lobo Sosa para iniciar un diálogo con distintos sectores, en torno al tema de una nueva “constituyente”, forma parte del consistente trabajo que realiza el gobierno para ir cubriendo, en la medida de sus limitadas posibilidades, los requerimientos de la OEA para anular la suspensión decretada a nuestro país el 5 de julio de 2009, debido a la asonada cívico-militar --de acuerdo al informe de una Comisión de Alto Nivel sobre la situación de Honduras, presentado el 29 de julio pasado--. Recordemos que el actual cabeza del Ejecutivo fue electo bajo circunstancias anómalas: sin observadores de prestigio, con un ausentismo récord [no consignado por el oficialismo], y sobre todo, por el castigo Liberal a su candidato considerado golpista, que antes del 28 de junio del año anterior, despuntaba con comodidad en todas las encuestas.

Muchas de las acciones del gobierno de Pepe Lobo son vistas por los sectores reaccionarios como actuaciones equívocas, quizá porque de algún modo, consideran que el apoyo e influencia estadounidense será suficiente para sostener el aparato gubernamental --aunque la precariedad esté a la orden del día--, y para evitar, a su torpe estilo, una descomposición social que lleve a la ingobernabilidad.

Vía crucis, heredad del golpismo
Desde el día que Lobo Sosa tomó posesión [no puedo olvidar las imágenes de un Estadio Nacional, a media capacidad, en tanto las calles capitalinas por las que se marchaba para despedir a Zelaya Rosales, se convertían en un colorido y multitudinario río de personas de todas las edades], se ha esforzado notablemente por devolver al país su histórico papel de mendigo “legal” intercontinental, intentando llevar a su mandato la mayor normalidad posible --quizá para hacer algo positivo por los hondureños--, queriendo enterrar para siempre las condiciones reales en que fue electo, y desentendiéndose, sin resultados, de lo que verdaderamente representa su gobierno para grandes sectores del país, y para muchos países de nuestro continente.

Personalmente, creo que en general, Lobo Sosa es una buena persona. Y desde el golpe de Estado ha andado cruzando cataratas en bicicleta. En campaña, evitó, hasta la necedad, pronunciarse seriamente sobre el golpe de Estado, y culpó a los liberales de todo el asunto, lo que al final le trajo dividendos, dudosos, porque todos sabemos que basó su estrategia en la evasión y la mentira, ya que conocía a profundidad lo que estaba pasando en el país. El problema es que Pepe sigue utilizando la misma estrategia, con las diferencias inevitables que su controversial investidura le acarrea. Por ello, en cartas dirigidas al Secretario General de le O.E.A., tanto Porfirio Lobo como Mario Canahuati [cuya labor como Canciller deja demasiado que desear], intentan vender una imagen del nuevo gobierno que nadie puede creer, y menos, gente acostumbrada a lidiar con las “finezas” de la diplomacia.

Según quiere mostrar, Lobo Sosa está tachando uno a uno los puntos de la lista del perdón: así que entre otras cosas, dio un salvoconducto a Zelaya Rosales y se tomó la molestia de acompañarlo en su salida del país después de su cárcel en la embajada de Brasil [o el gusto, porque aseveran que son buenos amigos]; ubicó en su gobierno, lo que ellos llaman, un amplio abanico de representatividad [premiando a Ham, de la UD, a Ávila, de la DC, y Martínez, del PINU, por su apoyo vergonzoso al dudoso proceso electoral]; apoyó la instauración de la Comisión de La Verdad; creó una asesoría especial de derechos humanos [que está a punto de convertirse en un nuevo ministerio];  insiste en que se han creado las condiciones propicias para al retorno de Manuel Zelaya, y funcionarios de su gobierno, a su patria [ y se ofreció personal y públicamente para ir a República Dominicana a traerlo]; se manifestó a favor de la incorporación de Zelaya Rosales, como su antecesor, al Parlamento Centroamericano; aceptó, públicamente, que el 28 de junio de 2009 hubo un golpe de Estado en el país. Además, en contubernio con el Presidente del Congreso, declararon una amnistía para delitos políticos relacionados a los “eventos” del 28 de junio de 2009, “infiltraron” a un udeista como Vicepresidente del Congreso, y hoy, preparan todo para instituir la Secretaría de los Derechos Humanos.
Una labor encomiable sin duda, cuyos últimos episodios, en desarrollo, son la creación del Ministerio de Derechos Humanos y la convocatoria a diferentes sectores de la sociedad para tener un vasto diálogo, donde despunta el tema de la “constituyente”, bandera primaria de la Resistencia.

El cuento de la mula y Genaro

El otro problema de José Porfirio Lobo Sosa, el mayor indudablemente, son las enormes limitaciones que tiene para ejercer sus labores, porque el obtuso círculo empresarial-político-militar-religioso y mediático que fracturó el orden constitucional, sigue mandando en el país. Eso explica, pese a los discursos de Lobo Sosa, sus cartas tergiversadas a Insulza, y sus repetidas aseveraciones públicas, por qué la policía sigue reprimiendo a gente desarmada que se manifiesta en las calles; por qué, en realidad, Zelaya Rosales no puede regresar al país y por qué los únicos dos casos judiciales que le siguen, se mantienen en vigencia, si bien, claramente adolecen de un origen político sectario; por qué de la injerencia en su gobierno de personajes militares y civiles que participaron, patrocinaron y apoyaron el golpe de Estado; por qué se sigue asesinando y persiguiendo personas opuestas al actual orden de cosas; por qué, oficialmente, ni la Corte Suprema de Justicia, ni el Fiscal General, ni el Congreso Nacional --del cual sólo se salvan los diputados recién electos--, nunca van a aceptar que lo que ellos mismos hicieron el 28 de junio de 2009, fue un golpe de Estado mondo y lirondo.

La oposición férrea de la Unasur al reintegro de Honduras a la OEA, se verá intensificada por lo acaecido en el Ecuador el jueves recién pasado, felizmente conjurado, y tristemente, porque hubo diez muertos y muchos heridos. La hipocresía del régimen actual, avalada y sustentada por el Depto. de Estado, no alcanza para esconder la realidad. Y aunque se hable, se platique, se dialogue, se discuta y se elucubre sobre una Asamblea Nacional Constituyente, para que ésta suceda se tiene que aceptar oficial y ampliamente el golpe de Estado con todas sus consecuencias, o inventar, a la usanza catracha, otra manera de violar una constitución --ya rota-- que se erige sobre el soberano como si fuera una ley redactada por dioses. «Hasta cuándo, nos preguntamos, pero la respuesta se pierde en las verdes y hermosas honduras de esta tierra sangrante». Amén.

Fuente: tiempo.hn

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