sábado, 30 de octubre de 2010

Huelga general? ¿Asamblea Constituyente?

Sandra Marybel Sánchez


En la Honduras de hoy, el llamado a una huelga general y la propuesta de una Asamblea Nacional Constituyente cuentan a su favor con las condiciones objetivas del descalabro nacional. Pero no existen aún las condiciones subjetivas ni el sujeto político y social que conduzca la indignación de la gente, acelerada e incrementada por el golpe de Estado, y que lidere el proceso de reformar a fondo la Constitución. El Frente Nacional de Resistencia Popular está llamado a ser ese sujeto, pero antes tiene que clarificar su identidad y también desembarazarse del factor Zelaya. 

 
Ismael Moreno

A la huelga general! ¡Vamos a huelga general! Ésa es la consigna que moviliza a la Resistencia en estos tormentosos tiempos. ¿De quién fue la iniciativa? ¿Quiénes la impulsan? Al igual que en el llamado a una Asamblea Constituyente, en el que convoca a la huelga general se expresa la intuición popular que conoce las transformaciones profundas que necesita el país, y que sabe que ya no bastan fórmulas reformistas ni bipartidistas ni períodos electorales ordinarios. Algo más de fondo necesita Honduras. ¿Cómo formularlo? “¡Asamblea Nacional Constituyente!”, gritan en las asambleas de la Resistencia. “¡Huelga general!”, proclaman después.

Del dicho al hecho...hay mucho trecho

En estos tiempos difíciles, las propuestas entusiastas, cargadas de radicalidad política, llenan los espacios políticos, y los liderazgos emergen de entre quienes más capacidad tienen de gritar consignas. Los ambientes sosegados, la reflexión reposada, el análisis con lecturas abiertas, son rechazados en estos espacios y a quienes se atreven a proponer debates más allá de las consignas y de los maniqueísmos extremistas, se les acusa de hacerle el juego a los golpistas o de estar atrapados por la cobardía. Lo más difícil de todo es procurar un análisis crítico si en el mismo espacio se encuentra un ferviente seguidor de Mel Zelaya.

Una cosa es la intuición popular sobre las transformaciones profundas que necesita el país, y otra muy distinta es el sustento político que existe para que una huelga general o una Constituyente sean propuestas realistas a corto plazo.

Los veteranos dirigentes sindicales que participan en las coordinaciones políticas del Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) saben y entienden que el país debe cambiar, pero la huelga general no lo asegura. Es sólo una fórmula, un entusiasmo, pero no se entronca con la actual realidad organizativa. Todos pueden gritar por una huelga general, pero impulsarla y dinamizarla es tarea de los sindicatos y de los trabajadores de la empresa privada y del sector público.

¿Quiénes convocarían una huelga general? Las tres centrales obreras que existen en el país: la Central Unitaria de Trabajadores de Honduras (CUTH), la Central General de Trabajadores (CGT) y la Central de Trabajadores de Honduras (CTH). ¿Tienen voluntad política, capacidad y convocatoria para lograrlo? Del llamado a la huelga general a su realización falta mucho. Del dicho al hecho hay mucho trecho.

Temporales vs. permanentes

El Sindicato de la Industria de Bebidas y Similares de Honduras (STIBYSH) es, sin duda, uno de los sindicatos con mayor tradición de lucha en el país. Ha sabido articular las demandas reivindicativas con las demandas políticas. Sin embargo, este sindicato sabe que por cada trabajador permanente que tiene afiliado, existen en la empresa 16 trabajadores temporales, una cuña de la propia madera que la empresa ha introducido para presionar, chantajear y controlar la lucha sindical.

Hoy, la empresa está especialmente interesada en que el STIBYSH se vaya a la huelga general. Así incorporará y ofrecerá prebendas a los trabajadores temporales, logrará que el gobierno declare ilegal la huelga y desarticulará el sindicato. Como en este caso, podría ocurrir con los otros escasos sindicatos que existen en la industria, en donde las empresas han logrado establecer un promedio de 36 trabajadores temporales por cada permanente.

Una huelga general significa paralizar la producción del país. Pero las cifras indican que la mayor parte de los trabajadores hondureños trabajan para el Estado y que en la empresa privada es creciente el número de trabajadores temporales que favorecen al capital y actúan en contra de los sindicatos. Es el caso de la industria de la maquila.

Las voces eufóricas que proponen la huelga general anuncian la paralización de la industria maquiladora. Pero, ¿quién para a 130 mil obreras y obreros de una industria que no cuenta con sindicatos? ¿Acaso lo harán los dirigentes estudiantiles o los dirigentes de patronatos? Un llamado a una huelga general que no afecte esa producción, sólo lograría que los empresarios y el gobierno menosprecien a los convocantes, midan la capacidad de los sectores huelguistas y tomen decisiones para desarticular sindicatos y gremios en otras indusrias.

Trabajadores temporales es lo que más abunda en un país en donde más del 50% de la población económicamente activa trabaja en el sector informal. Una huelga general en un país en donde menos de un 8% de toda la población trabajadora está organizada en sindicatos y gremios es como querer cosechar tomates de los cocoteros.

A pesar de todas estas realidades, la idea de una huelga general hace clic en sectores que descubrieron a partir
del golpe de Estado el camino de la resistencia.

Primera postura: los de la triple consigna

Hay al menos tres posturas dentro de la Resistencia en relación con la huelga general. La primera es la de los entusiastas, la de quienes no admiten componendas con nadie que no busque el derrumbe del sistema. Sostienen la consigna “ahora o nunca”. La tribuna privilegiada de este sector no está en las calles, sino en Internet. En esta trinchera repiten a Lenin: “La huelga general no se convoca, se organiza”. Para este sector, la huelga general es la antesala de la insurrección popular, y como precursores de esta convulsión, ya han ensayado con los “paros cívicos”.

Este sector sólo reconoce a un líder: Manuel Zelaya Rosales. La consigna por su retorno al país sólo se equipara con la llamada a la huelga general y la propuesta de Asamblea Constituyente. Este sector no admite medias tintas: o con Mel o con los golpistas. Nadie puede expresar ninguna crítica a Mel Zelaya y decirse de la resistencia.

Cuando participan en asambleas de la resistencia o se presentan en las calles, se cobijan bajo la triple consigna del mesianismo popular: ¡Huelga general!, ¡Constituyente!, ¡Urge Mel!. Quien desde la misma resistencia cuestione esta triple consigna o trate de aterrizarla en la complejidad del contexto hondureño, cae fulminado por las ráfagas que se disparan desde la trinchera cibernética.

Segunda postura: las centrales obreras

La segunda postura es la de los dirigentes de las centrales obreras. Son muy conservadores, calculadores y aunque no dicen un NO rotundo, su actitud es de rotunda prudencia. Su postura ante la huelga general está en coherencia con la que asumen ante la inmensa mayoría de los problemas del país. El cálculo es su consigna para no perder espacios de negociación con el gobierno y la gran empresa privada.

No dicen NO abiertamente. Y actúan así no tanto por no echarse encima a quienes atizan un paro inmediato en fábricas y oficinas, sino porque necesitan jugar con la consiga de la huelga como un instrumento de presión para negociar con el gobierno. A pesar de esto, en nueve meses del año no han logrado sacar adelante la negociación del salario mínimo, sabiendo los dirigentes de las tres centrales obreras que los empresarios están firmes en no dar un paso adelante en conceder ese salario mínimo, lo que a comienzos de 2009 fue uno de los detonantes para poner en marcha el golpe de Estado en contra de Zelaya.

Para arrancar un acuerdo, los veteranos y prudentes dirigentes obreros necesitan acciones de presión. Y en las circunstancias actuales de inestabilidad, el temor a una huelga general es una carta con la que pueden jugar. No creen en esa carta, pero les sirve para sus cálculos. Su postura es desmovilizadora, aun cuando se guarden sus verdaderas convicciones. Son los zorros de la negociación y garantizan el equilibrio entre sus organizaciones gremiales, el gobierno y la empresa privada. Y aunque es cierto que la dirigencia de la CUTH aparece más abierta y cercana a la dirigencia del Frente de Resistencia, su lealtad con las dirigencias de la CTH y la CGT pesa más que la cercanía a sus propios gremios y a los sectores populares más radicalizados.

Tercera postura: los de un puente responsable

La tercera postura es la de un sector de la dirigencia del Frente Nacional de Resistencia Popular. Buscan establecer puentes entre las otras dos posturas. La crisis del país hace agua por donde quiera que se le mire, y el llamado a una huelga general es expresión de sectores desesperados e indignados, que no están dispuestos a aceptar remiendos o reformas.

Honduras no está para reformas, sino para transformaciones, o para una refundación, como la define este sector, en plena consonancia con la primera y más radical de las posturas. No se puede -dice este sector- desalentar la presión de tanta gente que exige y clama por cambios inmediatos que no sean cosméticos y la Resistencia tiene la responsabilidad de acompañar estas luchas, iluminarlas, enriquecerlas y nunca desmotivar a quienes están justamente indignados.

Pero también aceptan que no pueden ser irresponsables atizando la euforia y planteando la huelga general como un hecho inminente. Esto no sólo no es realista, sino que contribuiría a crear expectativas ilusas en mucha gente del pueblo que no tiene información ni elementos de análisis. Alentar la huelga podría convertirse en un bumerang que revertiría en contra de la lucha de resistencia.

Atizar a la gente para que se convoque ya a una huelga general crearía un ambiente de ruptura con quienes ahora tienen el control de la política y de la economía, lo que provocaría respuestas represivas, desmovilizadoras y mediáticas, desproporcionadas a la capacidad política y organizativa que actualmente tiene el FNRP. Una huelga general no se puede decretar sin un y previo y serio proceso de organización.

Tampoco una huelga general es una acción exclusivamente gremial. Es una acción fundamentalmente política, que expresa el desarrollo de la lucha de diversos sectores gremiales y su capacidad de articularse con muchos otros sectores del país que puedan también paralizar la producción nacional. Pensar que una huelga general puede ser antesala de una insurrección nacional son palabras mayores. En otras experiencias históricas la huelga general ha sido el final de un proceso político profundo y prolongado.

“No estábamos preparados”

En la Honduras de hoy la huelga cuenta con las condiciones objetivas del descalabro nacional, pero queda mucha tarea por delante para crear las condiciones subjetivas. No se cuenta con el sujeto político y social, con desarrollo organizativo y estratégico, que conduzca la indignación de la gente, incrementada y acelerada por el golpe de Estado.

Éste es hoy el debate actual de un buen sector de la sociedad hondureña. Un veterano dirigente sindical y actual dirigente de la Resistencia fue contundente: “Llamar a una huelga general así porque sí, sin analizar sus consecuencias, y sin saber situar sus dimensiones políticas, significa un suicidio para los gremios y un golpe crucial para la propia resistencia. Es cierto que el país está atrapado en una conflictividad, que es la acumulación de un deterioro social y político, que nos advierte de salidas imprevisibles, y el movimiento social y popular debe prepararse para diversas eventualidades”.

“No estamos preparados para una huelga general, pero nadie estaba preparado para un golpe de Estado. Nadie estaba preparado para las movilizaciones que se desencadenaron, y aquí estamos con un FNRP que hace año y medio nadie había previsto. En la Honduras de hoy puede ocurrir cualquier cosa, desde un proceso continuado de golpes y contragolpes, pasando por dictaduras muy articuladas con las derechas más duras del continente hasta un levantamiento espontáneo”.

“La resistencia no puede perder su tiempo en disquisiciones, sino invertir todo el tiempo y todos los recursos posibles en el desarrollo de una estrategia organizativa y política con diversas articulaciones locales y regionales para saber situarnos ante las eventualidades, y para saber empujar procesos que nos abran a escenarios en donde tengamos una clara ventaja en relación con los otros actores políticos que nos adversan”.

Es tiempo de parto

A la par de la presión que ejerce el llamado a la huelga general, está presente también la propuesta de la Asamblea Nacional Constituyente. Los diversos sectores de la resistencia lo abordan también desde varias posturas.

La Constituyente es, sin duda, un tema que ha venido empujando la coyuntura desde el aciago golpe de Estado. Al igual que en el llamado a la huelga general, en la propuesta de una Asamblea Nacional Constituyente se expresa que Honduras está ya en condiciones de parto. Algo nuevo debe parirse en la Honduras de hoy, aunque todavía no sabemos a ciencia cierta cómo formularlo. Y es a través de fórmulas como ésta, que representan contrapuntos, definiciones contraculturales y políticamente subversivas, que se busca enfrentar el actual modelo resquebrajado.

Son subversivos los llamados a una huelga general, aunque los dirigentes más responsables nos digan que un país en donde sólo un 8% de la clase trabajadora está integrada en gremios no está preparado para eso. Son también subversivos los llamados a conformar una Asamblea Constituyente, aunque hasta hoy no hay nadie que presente una propuesta con contenidos y procesos políticos viables que logren que la Asamblea se instale por otro camino que no sean los definidos, y establecidos por los mismos sectores que provocan hoy el rechazo popular y el clamor por la Constituyente.

Primer camino: constituyente post-insurrección

Una Asamblea Nacional Constituyente deberá instalarse siguiendo uno de tres caminos.

Primer camino: Sería a través de un proceso de insurrección popular que, conducido por el FNRP, derribara a la actual oligarquía, tomara el poder del Estado, disolviera los poderes del Estado, anulara la actual Constitución de la República y convocara a la Constituyente. Los delegados constituyentes debatirían, aprobarían y redactarían los contenidos de una nueva Constitución y el país iniciaría un proceso de real refundación.

Los animadores de este camino son los mismos que hoy exigen una huelga general como paso previo a la insurrección. Este camino tiene su obstáculo en la falta de competencia organizativa, política e ideológica del FNRP para articularse como sujeto político con capacidad para conducir este proceso de cambios radicales.

Pero no sólo el FNRP no tiene la competencia. La misma realidad hondureña inviabiliza un proceso de transformaciones radicales. ¿Cuál poder hay que tomar en Honduras? ¿El del Estado, que apenas es una de las expresiones a través de las cuales se expresa el poder, entre tantas poderosas fuerzas que se mueven en Honduras?

El Ejecutivo, el Congreso Nacional y la Corte Suprema de Justicia son hoy apenas instrumentos a través de los cuales los poderes formales -partidos políticos y empresariado- y sobre todo los poderes no formales -se mueven en el gelatinoso y cada vez más poderoso mundo de los poderes ocultos del crimen organizado. Los poderes ocultos son poderes reales que negocian, chantajean, extorsionan y manejan sus propios recursos y cuotas de poder, imponiéndolos a toda la sociedad. Es tan grande este poder que no deja al gobierno mucha capacidad para tomar decisiones.

Nunca como en esta etapa el poder formal representa y sirve a los verdaderos poderes ocultos que se mueven en el territorio nacional. Esta realidad tan compleja en que se expresa hoy el poder desborda las fórmulas de folletos y libros sobre teorías y estrategias de lucha. Por eso, este primer camino para una Constituyente cabe sólo en el confuso marco de la política-ficción.

Segundo camino: el gobierno al mando

Segundo camino: Sería a través de un proceso que ponga en marcha el gobierno en acuerdo con los partidos que integran el actual sistema partidario y con otros grupos de poder.

Un acuerdo político así supondría, entre una de sus posibles variables, convertir al actual Congreso Nacional en una Asamblea Nacional Constituyente, en donde se nombrarían las diversas comisiones que redactarían los artículos que luego se llevarían a discusión para aprobar la nueva Constitución de la República.

Otra posible variable sería que el gobierno convocara a los partidos políticos, a los gremios empresariales, a sectores de la llamada sociedad civil y a las iglesias para firmar un acuerdo o pacto “de unidad nacional”, que culminara en una convocatoria a la Constituyente. La elección de los constituyentes y todo el proceso y sus resultados estarían controlados por los grupos de poder. Se cooptaría o adulteraría así la demanda nacional de transformaciones políticas, jurídicas e institucionales. Otra modalidad sería un plebiscito para avalar el proceso, aunque estaría siempre férreamente controlado.

Este segundo camino no es lejano. Independientemente de las variables, está siendo acariciado por sectores del actual gobierno y por los sectores más asustados y pragmáticos de las llamadas “camisitas blancas”: los responsables del golpe menos triunfalistas con haber impedido que se revirtiera. Éste es un camino muy adecuado al bipartidismo, acostumbrado a capitalizar a su favor todos los cambios y reformas que la sociedad hondureña ha venido demandando a lo largo de los casi treinta años de esta democracia formal representativa.

En este camino, los cambios serían reales, pero nunca profundos. Tendrían que estar relacionados, por ejemplo, con reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, que reduzcan las trancas y hagan expeditos los procesos para la inscripción de nuevos partidos políticos y para la participación de las candidaturas independientes. Tendrían que ver con reformas para la elección en segundo grado de magistrados, del comisionado de derechos humanos, del fiscal general y de los miembros de los demás órganos contralores del Estado, tomando medidas para impedir el manejo y manipulación de los altos funcionarios y detener la corrupción. De igual manera, se reformaría la ley interna del Congreso Nacional con el fin de democratizar las decisiones y reducir las atribuciones de su presidente, que en la actual reglamentación tiene poderes de un cuasi dictador.

El control del Estado por la élite empresarial y política quedaría intacta. Este segundo camino es el que con pragmatismo podría estar impulsando una clase política y empresarial necesitada de remozarse con el fin de proseguir usufructuando el poder, y de seguir actuando como socios del capital multinacional. Este segundo camino es un auténtico desafío para la resistencia hondureña, tanto para la aglutinada en el FNRP como para la que lucha por la soberanía y la participación popular sin atarse a estructuras organizativas, ambas corrientes en la común búsqueda de un cambio profundo.

Tercer camino: un proceso de inclusión

Tercer camino: Arrancaría y conquistaría poder avanzando en el empoderamiento de la sociedad ante el Estado a través del binomio presión-negociación. Es el camino más complejo, el más cuesta arriba. Supone la concepción de ir ganando terreno progresivamente y en este proceso de construcción ir buscando la inclusión del mayor número de sectores de la sociedad, sumando desde la diversidad y las diferencias. Lo que ha de unir y dar coherencia e identidad a esta lucha es la apuesta por los sectores más indefensos, oprimidos y marginalizados. Este tercer camino tiene como punto de referencia que la situación en el país se ha descompuesto y deteriorado tanto que la refundación sólo se puede alcanzar construyendo consensos mínimos. El país no está para buscar máximos desde un único sector ni menos para actuar pensando en el corto plazo.

Lo máximo a lo que podemos aspirar es a construir lo mínimo en consensos entre los diversos sectores de la sociedad y a lo largo de un proceso continuado de presiones y negociaciones de los sectores organizados en la resistencia. Transitar por este camino y adueñarse del proceso es una etapa esencial para la lucha y para la misma construcción de la identidad de la resistencia. A través de un camino así quedaría cristalizada la resistencia como un fenómeno político, social y cultural que sabe situarse en la realidad nacional, no con prisa por llegar apresuradamente a la meta, sino con la sabiduría que sabe identificar y aprovechar las diversas circunstancias para convertirlas en oportunidades para sumar y para conquistar poder y experiencia popular.

Este tercer camino presupone que el FNRP ha de asumir el liderazgo en la propuesta y en la demanda, abriéndose a todos los diversos sectores de la sociedad. Ese liderazgo nacional sólo lo podrá alcanzar y ejercer si logra diseñar una auténtica estrategia de lucha, no reduciéndose a incluir únicamente a los gremios y asumiendo demandas que recojan el sentir y el clamor de las comunidades organizadas en los territorios, las que dan identidad y referencia existencial y vital a la resistencia. Esta estrategia de lucha ha de tener muy bien definidos los contenidos que han de dar sentido a la lucha y a la negociación. Y ha de establecer una amplia política de alianzas que garantice identificar muy bien quiénes son los auténticos enemigos y quiénes pueden convertirse en aliados, aunque no existan coincidencias en todos los senderos y en todos los pasos.

¿Qué negociar?

Los contenidos a negociar han de estar relacionados con temas de carácter estratégico. ¿Qué es lo que hay que negociar con los sectores de poder? La tenencia de la tierra y las figuras jurídicas que garanticen su distribución, uso y producción. El control de los recursos naturales. Las políticas económicas y de producción, empleo, educación, salud, vivienda. Los derechos étnicos, culturales, de género, de organización y de plena participación social y política. Una nueva ley electoral y de participación política. Los procesos electorales y los procesos de elección de funcionarios de segundo grado. Las relaciones internacionales.

Bajo el liderazgo del FNRP, cada uno de los sectores ha de trabajar en la formulación de los contenidos de la Constitución, hasta lograr que el FNRP tenga un texto completo y consensuado por todos los sectores para ser debatidos en una Constituyente. De igual manera, el FNRP ha de formular su propuesta de composición de la Asamblea y del proceso de elección de los delegados para integrarla.

Con todo esto en la mano, el FNRP organizaría un proceso de lucha y presión para obligar al régimen a sentarse a la mesa de negociación para defender en esa mesa los genuinos intereses de los hondureños en resistencia. En la mesa de negociación, el FNRP ha de defender el máximo de los contenidos y demandas de la sociedad, hasta llegar al mínimo que no puede ser negociado. Se entiende que en este camino, el régimen presentará en esa mesa el máximo de los intereses de la oligarquía para lograr su propio mínimo.

Resistencia: ¿cómo no ir a remolque?

Esos mínimos consensuados es lo que estaríamos llamando el Nuevo Pacto Social, que quedaría formulado en la nueva Constitución de la República. Como es obvio, el FNRP no podrá negociar adecuadamente sin acciones de presión popular, entre las que habría que situar en su justa dimensión una huelga general.

Este tercer camino no descarta de manera absoluta los otros dos caminos. Pero cada uno de ellos, independiente de los otros, resulta inviable como ruta de salida a la crisis hondureña. El primer camino por sí solo entusiasmará a quienes lo proponen, pero puede ser una ruta expedita para justificar una dictadura o regímenes con creciente autoritarismo. El segundo camino por sí solo puede abrir las puertas para que el gobierno de Estados Unidos encuentre en Honduras el terreno fértil para avanzar en su propuesta latinoamericana de implantar “democracias autoritarias”, fórmula que combina instituciones nacidas de la democracia electoral con representación de partidos políticos, incluidos los de izquierda, con la militarización de la sociedad y un Estado policíaco.

Desde el tercer camino, y bajo el indiscutible liderazgo del FNRP, se recogería la euforia de los sectores en resistencia que luchan en las calles y la dirección del FNRP. El régimen tendría la oportunidad de presentar su propuesta de Asamblea Nacional Constituyente y de defenderla en la mesa de negociaciones, participando en igualdad de condiciones y, sin duda, con la presencia de observadores nacionales e internacionales.

En una negociación que le permita posicionarse como fuerza indiscutible en el proceso de construir un Pacto Social, el FNRP debe tener su propia estrategia de lucha en cada acontecimiento para así capitalizar a su favor la actual coyuntura, muy dinámica. Cualquier fuerza social y política adquiere madurez cuando logra capitalizar a su favor las coyunturas. Actualmente, el FNRP no sólo no tiene definida su propia estrategia de lucha, sino que camina a remolque de coyunturas que se definen fuera de sus filas y con frecuencia en contra de sus intereses. El régimen político y los sectores empresariales siguen liderando la coyuntura y el FNRP apenas logra reaccionar.

El peso del factor Zelaya

Librarse de esta condición subalterna, evitar seguir atrapado en el activismo en lugar de acumular fuerzas, y definir una estrategia de lucha con contenidos y con amplias alianzas, es lo que dará liderazgo y talante negociador al FNRP. Para lograrlo, el FNRP carga con un factor polémico que ha de saber resituar. Se llama Manuel Zelaya Rosales.

En la asamblea realizada en julio en Tocoa, Colón, el FNRP perdió sin duda la oportunidad de conducir el proceso político hacia una negociación desde la presión social y política, cuando en lugar de mantener independencia de la persona de Zelaya Rosales, decidió elegirlo como Coordinador General del primer Comité Ejecutivo Provisional que ha sido elegido oficialmente al interior del FNRP.

Después de buscar a los dirigentes del Frente por todas partes, finalmente se logró elegir a un Comité Ejecutivo, el paso organizativo de mayor relevancia política desde la conformación de la resistencia tras el golpe de Estado. La gelatinosa concepción del Frente, sin una vertebración reconocida, ha facilitado el surgimiento de muchas líneas políticas difusas y eso ha favorecido que la trinchera de los cibernautas se convierta en la línea política más visible.

La elección de este primer Comité Ejecutivo era el gran paso necesario. La asamblea fue ocasión para que el liderazgo de los sectores populares que estaban organizados en resistencia desde mucho antes del golpe de Estado se impusiera por encima de los llamados liberales en resistencia.

No es que los liberales deban quedar fuera de la estructura del Frente, pero la oportunidad que se dio en Tocoa permitió el debate entre unos y otros para dilucidar quién lideraba la conducción de ese primer Comité Ejecutivo. Los dirigentes populares lograron hacer sentir su fuerza ante unos liberales que, resentidos, decidieron abandonar la asamblea.

¿Qué ocurrió entonces? Sin los liberales, los dirigentes populares quedaron dominados por sentimientos de orfandad, y ante el peligro de que Zelaya Rosales trasladara su liderazgo a los liberales en resistencia retirados del FNRP, decidieron arrimarse al caudillo y terminaron eligiéndolo como su Coordinador General. Ni tardos ni perezosos, los sectores enemigos de la resistencia aprovecharon la ocasión para calificar a toda la resistencia del país como zelayista. A partir de entonces, todo dato, toda decisión que se toma y realiza en nombre de la resistencia se atribuye a Zelaya, argumentando, con razón, ya que Zelaya es ahora el máximo dirigente, elegido oficialmente por los asambleístas.

Salir del caudillismo paternalista de Zelaya

Zelaya tiene un liderazgo muy reconocido en importantes sectores del país y en la resistencia. Esto es un dato real. Sin embargo, Zelaya viene de un sector y de una escuela que privilegia las decisiones personalistas sobre las comunitarias y colectivas. Viene de las filas del bipartidismo, con métodos y prácticas propias del clientelismo: decisiones desde las cúpulas y una eterna referencia al caudillo. Zelaya no tiene experiencia de lucha organizativa popular. Durante su presidencia, esas luchas lo ponían nervioso. Todavía en el mes de julio de 2007 él decidió personalmente una severa represión a pobladores que en el occidente del país luchaban en demanda de una nueva ley de minería.

Un dirigente popular no se improvisa en una sola coyuntura. Zelaya está llamado a participar en la resistencia, pero con la responsabilidad de trasladarle su capital político, no convirtiéndose en el caudillo indiscutible de este movimiento.
Su responsabilidad es fortalecer sus estrategias de lucha hasta alcanzar un talante negociador capaz de enfrentar a la insensible oligarquía hondureña. Una condición para el desarrollo de la lucha política actual y para avanzar hacia la estructuración del FNRP en torno a una estrategia de lucha es dejar de vivir bajo la tutela del caudillo Zelaya o de cualquier otra figura personalista. Esto es indispensable para un desarrollo político de amplia participación, con liderazgos colectivos. En un Frente así hay sin duda un lugar para Zelaya.

Si no logra romper con el paternalismo de Zelaya, el FNRP corre el severo riesgo de convertirse en una estructura más, sea que se defina como frente amplio, sea que avance hacia la constitución de un partido político. Aun siendo un frente o un partido de la estirpe de la izquierda, mantendrá la genética caudillesca que pervive en el actual sistema de partidos, liderados por las dos maquinarias políticas electorales más grandes de Honduras, las más nefastas.

El tiempo apremia

Para poder avanzar, el FNRP tiene que clarificar su identidad para orientar, conducir, aglutinar y liderar la resistencia hondureña, sin exclusiones y con plena apertura hacia las diversas organizaciones, etnias y opciones políticas y religiosas. Tiene la responsabilidad de diseñar una estrategia nacional de lucha creativa, original, imprimiéndole a las coyunturas su propio sello. Eso le obliga a definir una agenda nacional de lucha, con demandas y contenidos. Tiene también la obligación de abrir espacios de debate para brindar información, propiciar la discusión y así fomentar la democracia y la participación.

El tiempo apremia. El FNRP no puede dedicarse únicamente a planificar acciones y movilizaciones. La tarea política fundamental es esta clarificación política en torno a la identidad y a la estrategia.

El FNRP cuenta con menos de un año, antes de que comience ese fatídico calendario electoral que conducen las dos maquinarias electoreras y que ya iniciará en 2011 con la campaña para sus elecciones internas. El FNRP debe clarificarse mucho antes de que el país ingrese en ese túnel, en el que mucha gente se pierde.

S el FNRP establece con claridad lo que es y lo que quiere en relación con la Asamblea Nacional Constituyente tendrá capacidad para orientar a las diversas organizaciones en torno a la posición común que deben tomar ante el proceso electoral liderado por el bipartidismo. Si no lo hace, cuando se ponga en marcha la maquinaria publicitaria de las lecciones internas del bipartidismo, el FNRP se sumaría a la dispersión y a la confusión. Y se desarticularían las luchas.


Fuente: alainet.org

No hay comentarios:

Publicar un comentario