miércoles, 3 de noviembre de 2010

Salario mínimo

Al fin el Ejecutivo fijó el salario mínimo anual, esta vez aplicando a su manera una especie de proporcionalidad para evitar un severo impacto negativo en la micro y pequeña empresa, suavizando, al mismo tiempo, la carga en el gran capital.

No es, por supuesto, una actitud salomónica porque el desajuste económico es muy amplio y el costo de la vida ha crecido en función de la inflación acumulada más allá de las estadísticas oficiales, pero al menos es un intento de dar salida política a la presión social y un lenitivo al sector de la producción.

Por la complejidad de la situación económica y social, altamente deprimida, la fijación del salario mínimo no podía dar satisfacción a todas las partes involucradas, y, mucho menos, al sector laboral, tanto en la esfera pública como en la privada. Entonces, dependerá en mucho la exactitud con que se aplique esa política salarial para lograr, al final, un saldo económico y social positivo.

Por el momento, el desacuerdo del sector laboral y de los gremios con la decisión gubernamental es evidente, pues descansa en la premisa de que la cuerda siempre se rompe por lo más delgado. Sin embargo, en este caso la lógica indica que, precisamente por la catalepsia del aparato productivo, lo más urgente es defender el empleo y promover la apertura de fuentes de trabajo.

En este sentido, la desvinculación –o “desindexación”—del salario mínimo en relación con los estatutos y regímenes salariales especiales, en el contexto de la burocracia, tiene en el fondo esa finalidad, puesto que el fisco, que se nutre de los impuestos que generan la producción, el comercio y los servicios, no puede pagar con un flujo insuficiente de recaudación de recursos.

Es obvio, entonces, que el liderazgo del sector laboral y de la burocracia tendrá necesidad de objetivar esta situación, de acuerdo con la realidad política y económica del país, y, en base a esta racionalización, elaborar las demandas y posiciones encaminadas a establecer las alternativas para salir lo antes posible del empantanamiento.

Asimismo, el sector empresarial también está en la obligación de revisar sus actitudes y comportamiento en sus relaciones con el sector laboral y con el Estado, algo que hasta ahora no ha hecho orgánicamente, en función de país, sino obedeciendo a intereses particulares o grupales, casi obsesionado con un modelo neoliberal en el que el Estado debe facilitarlo todo y recibir muy poco en cambio.

Esta es una labor de síntesis política, económica y social indispensable para emprender la reactivación de la economía y la armonización del capital y el trabajo, que, en las actuales circunstancias enfrenta serias dificultades por efecto de la polarización social, pero sobre todo por las absurdas ideologizaciones, fuera de lugar en la realidad hondureña y, en verdad, producto de inducciones foráneas que nos llevan a una mayor dependencia y más bajos niveles de pobreza.

La dirigencia del sector laboral, de los gremios, y, en general, de la clase media, debe, a partir de esto, elaborar posiciones creativas, de compromiso nacional y de salida a la crisis económica y social, lo que implica en último término la creación de una firme plataforma en favor del cambio para el bienestar colectivo.

Fuente: tiempo.hn

No hay comentarios:

Publicar un comentario